lunes, 18 de diciembre de 2017

Dicen en la City: para bajar la inflación no alcanza con dejar alta la tasa de interés y el dólar quieto ya no "ancla" los precios

(Iprofesional) La discusión está sobre la mesa. Los economistas, una vez más, debaten acerca de la efectividad de una vieja herramienta utilizada por los distintos gobiernos cuando necesitaban estabilizar los precios: el dólar.

Anclar el tipo de cambio para congelar expectativas de nuevos aumentos (algo que está sucediendo esta vez por la "fuerza del mercado" y no por la mano estatal), pareciera que no está funcionando.

El Banco Central lo deja flotar libremente, siempre que se mantenga dentro rango (piso y techo) determinado. Así, ha tenido que intervenir en el mercado y "ponerle el pecho" a la presión bajista, a través de la compra de billetes verdes al Tesoro.

De este modo, evita que las divisas sean liquidadas en la plaza cambiaria, ya que esa mayor oferta lo haría bajar de precio. Por lo pronto, ya "aspiró" más de u$s15.000 millones este año.

Manteniendo el tipo de cambio bajo control, apela a las tasas de interés, hoy en día ultra-altas, para reducir el índice inflacionario.

En medio del "tsunami" de dólares que ingresan al país (vía emisiones de deuda), alta inflación y costo del dinero por las nubes, Argentina vuelve a experimentar un clásico de otros tiempos: el atraso cambiario.

Para la gran mayoría de los economistas, el costo de atrasar el tipo de cambio está justificado si permite acelerar la baja de precios.

Pero, ¿qué pasa cuando hay tantas desventajas y ningún beneficio? (eso es lo que pareciera está ocurriendo en la actualidad).

En otras palabras, qué ocurre cuando el dólar barato no ayuda a que la inflación se desacelere a la velocidad que pretende el Gobierno y el Banco Central y -al mismo tiempo- va complicando cada vez más a las economías regionales.

Una de los efectos desfavorables lo especifica claramente Balanz Capital, la sociedad de bolsa número uno de la city, al consignar que ese atraso cambiario acrecienta el déficit de cuenta corriente.

Esta firma proyecta que ese rojo rondará el 5% del PBI este año, bastante más que el 2,7% de 2016.

"El deterioro en la cuenta corriente se debe a diversos factores: por un lado, por el bajo índice de exportaciones sobre el PBI, sumado a la fuerte sangría de dólares por turismo. Por otro, a raíz de la aceleración que muestran los gastos en intereses de deuda", señalan desde Balanz.

Otro de los efectos adversos del atraso del dólar frente a la inflación es la apreciación del Tipo de Cambio Real Multilateral (TCRM).

Este indicador mide el precio relativo de los bienes y servicios en la Argentina respecto a la canasta de otros países: al apreciarse el peso en términos reales, éstos se encarecen con respecto a los de las demás naciones.

Actualmente, señalan desde Balanz, el TCRM se encuentra en "86". Es decir, muy cerca del piso de 84,3/84,7 registrados en las dos ocasiones en las que el BCRA tuvo que intervenir para contener la apreciación cambiaria.

Para Miguel Kiguel, el tipo de cambio nominal como ancla "funciona muy bien para el componente transable de la canasta de precios".

Es decir, para alimentos, insumos, energía y otros rubros que -por ser exportables o pudiendo ser importados- son muy dependientes de ese valor.

Pero, como contrapartida, el director de Econviews señala que "no mueve la aguja de los no transables".

El Gobierno, contra el discurso mayoritario
Si bien el dólar planchado puede tener cierta injerencia en el resto de los precios, no determina completamente qué pasa con ellos.

Desde el Gobierno, además de destacar que el tipo de cambio está donde el mercado lo sitúa, señalan que ya dejó de ser un factor relevante para la inflación.

Para justificar esa postura, sugieren observar lo sucedido en agosto, cuando el billete verde escaló, en la previa electoral, y esta suba no tuvo su correlato inflacionario.

"La inflación de ese mes dio 1,4%. Esto demostró que, bajo un esquema de tipo de cambio flexible, los particulares y empresas saben que el billete un día sube y el otro puede caer. Y esto hace que los precios no sigan esos movimientos", explica una fuente del Banco Central.

Según su razonamiento, "aquellos que critican el dólar barato son los que quieren ir a esquemas de tipo de cambio fijo que tantos desastres hizo en la Argentina".

"Si vos preavisás que se tiene que mover entre bandas, el mercado va a tratar de sacarte de esos parámetros. Entonces, anclás expectativas con un valor de la divisa que tiene injerencia en la inflación", añade.

Según esta fuente consultada, se debe tener flexibilidad cambiaria ya que nunca se sabe cuándo puede sobrevenir un shock externo al que habrá que hacerle frente.

Para el Central, hay más evidencias respecto de que no se está usando al tipo de cambio como ancla de la inflación: hasta mayo, se ubicaba en $15,50. Luego escaló a $17,50, nivel en el que se ha mantenido durante los últimos tres meses.

Federico Sturzenegger está convencido de que "la flotación transmite tranquilidad", al tiempo que sostiene que el billete verde no se va a atrasar.

Predicciones inquietantes
El gremio de los economistas pareciera no estar tan de acuerdo con el banquero central. Quien reflotó este debate ha sido el controvertido, pero siempre escuchado, ex ministro Domingo Cavallo.

"Si la estabilidad del tipo de cambio se consigue en base a las muy altas tasas de interés reales que los agentes económicos no visualizan como sostenibles en el tiempo, entonces no se logrará moderar la inflación", expresa.

Esto es así porque interpretarán "que el tipo de cambio de mercado no está en un nivel de equilibrio de largo plazo".

En la práctica, dice Cavallo, el Banco Central tendría que bajar la tasa de las Lebac a 1,83% mensual (actualmente 2,40%) y mantenerla por un tiempo en ese nivel.

"Es probable que eso haga que el precio del dólar aumente rápidamente, pero no mucho más allá de $19,6, nivel en el que está el tipo de cambio de paridad", expresa.

En su visión, este aumento de la divisa estadounidense no debería tener un efecto inflacionario significativo.

Considera que si se estaciona cerca de $20, y esa estabilidad es reforzada con un plan para reducir el rojo fiscal (en el marco de ajustes tarifarios ya más atenuados en 2018), "la estabilidad cambiaria así conseguida tendrá un efecto importante sobre la inflación".

El ex ministro cree que si el Central hiciera explícita esa estrategia -es decir que no sólo apele a una política de tasa altas-, su accionar sería mucho más eficiente.

"No significa abandonar la política de metas de inflación, pero sí adaptarla a la realidad de una economía bimonetaria, muy abierta a los flujos de capitales, en la que el manejo del tipo de interés influye mucho más sobre el dólar que sobre los precios de los bienes y servicios", concluye.

Pero el "Mingo" no está sólo en los cuestionamientos a las políticas del Banco Central.

Otros economistas, como Guillermo Calvo, aseguran que "la tasa es una herramienta muy débil para bajar la inflación".

Por lo pronto, Sturzenegger ya salió al cruce de sus dichos: "Calvo puso énfasis en la convertibilidad. Plantea que hay que ir a esos instrumentos que le dieron rigidez a la economía. Esto terminó en un shock muy malo".

"Sin el ancla del tipo de cambio, es más difícil coordinar expectativas, pero nosotros apuntamos a una economía más robusta", expresa.
Ricardo Arriazu, otro experimentado analista, también está en el grupo de profesionales que cree errónea la postura del banquero central.

En su visión, "la tasa de interés no es el mecanismo para combatir la inflación". No sólo eso, afirma que el sistema de metas "no es el ideal para la Argentina".

"En una economía abierta, en la que el dólar es la unidad de cuenta, si subo la tasa lo único que logro es que ingresen más capitales", advierte.

En tanto, desde un banco privado creen que bajo el actual contexto, un alza del billete verde no necesariamente estará acompañada por un repunte inflacionario de la misma magnitud.

"En el caso argentino, aún se siguen acomodando los precios relativos", afirma el ejecutivo de esa entidad.

En este sentido, considera que las actuales circunstancias hacen que el tipo de cambio no tenga mucha injerencia en la evolución futura de los precios.

De algún modo, señala algo coincidente con los distintos relevamientos, como el REM del Banco Central o el de la firma Latin Focus.

En estos casos, el mercado elevó sus expectativas inflacionarias para este año y el próximo y, al mismo tiempo, redujo las del dólar.

"Eso te demuestra que el ancla cambiaria no es tal. Y que mientras haya ajustes de precios regulados -con impacto sobre la cadena de valor- habrá expectativas inflacionarias más altas con tipo de cambio tranquilo", concluye la fuente consultada.

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