lunes, 11 de diciembre de 2017

El rey está desnudo, viva el rey: tres déficits, un Ponzi y la economía de Durán

¿Duranomics y un gigantesco esquema Ponzi?: The New Nothing. Peronia es un principado con múltiples objetivos y limitadas herramientas, lo cual nos expone a un permanente estado de paradoja: sin cirugía parecería no haber chance económica, con cirugía parecería no haber chance política. Seguimos sin querer darnos cuenta de que resulta imposible ser Noruega y África al mismo tiempo. Hoy estamos en un peligroso desequilibrio general, con tres rubros en rojo como proporción del PBI: 1) déficit financiero 6.50%, 2) déficit cuasifiscal 1.70%, 3) déficit de cuenta corriente 4% y va llegando el tiempo de dejar de echarle la culpa de todo lo malo a la herencia K, Cambiemos deberá empezar en breve a rendirnos cuenta de todo lo no hecho en economía. En este contexto, resulta escalofriante si quiera imaginar que un experto en marketing político esté a cargo de definir nada más y nada menos que la estrategia macroeconómica de una república en estado de bancarrota, y en este contexto le exigimos al BCRA que desinflacione rápido. Duranomics, “el arte de gastar lo que no se tiene, endeudarse, hacer metrobuses y bicisendas, leer encuestas y ganar elecciones”, parecería ser la filosofía dominante que define al paradigma económico de Cambiemos: ante esta realidad miro al cielo resignado y pienso en cortarme las venas con una foto de Milton Friedman. Como en la reforma tributaria y previsional, sólo se ejecuta lo que suena bien y gana votos peronistas, las malas noticias quedan circunscriptas exclusivamente a ovejas y jubilados que no tienen poder de lobby para defenderse de las despiadadas garras del estado argentino. De esta forma, las decisiones grosas parecerían cocinarse con un criterio más cercano a encuestadora de opinión pública que a principios económicos duros. Pero cuando la política (cloacas en el conurbano) se apodera de lo económico (superávit fiscal), probablemente algo termina saliendo mal. Esta nueva era en economía argentina, el “no plan económico” de Durán, se va pareciendo cada día más a un esquema Ponzi, y para entender lo que significa piensen en Bernard Madoff, ese personaje de Wall Street que hoy está preso: “te doy lo que no tengo hasta tanto otro me lo preste, cuando dejan de financiarme no puedo darte nada más y entro en default. El que culmina pagando la fiesta es el último inversor entrante”. Carlo Ponzi fue el creador del curro, de ahí su nombre. Un nuevo inversor financia los retornos espurios del anterior, la mentira aguanta hasta tanto haya clientes nuevos: el último solventa la salida del penúltimo. La crisis del 2008 le rompió el circuito a Madoff quedando en evidencia una de las estafas más notorias de la historia, defaulteando al pobre incrédulo que apagó la luz. Moraleja I: cuando se acaba el chorro se pudre todo: ¿qué tan ponzianas serán entonces las múltiples loterías de Macri? Ni la prensa, ni los políticos, y mucho menos este gobierno, le están contando esta historia a los argentinos, casualmente, siempre nos distraen con lo que no importa. Mientras tanto, Wall Street alimenta el Ponzi tapando el sol con la mano al ritmo del socialismo cloacal de nuestro ministro de economía, el gran Durán.
La economía tiene 10 capítulos: la mesa chica sólo leyó el primero. Tengo la sensación de que el círculo íntimo del presidente no comprende cuestiones elementales de economía como las que se enseñan en colegio secundario y al decirlo excluyo al equipo económico y monetario. La Argentina de hoy es idéntica a la del pasado K: una construcción de políticos que ignoran lo técnico, voraces e insensibles compradores de votos en la inmediatez del tiempo. Sería útil al menos que el presidente Macri se sincere con la sociedad argentina y reconozca que su gobierno es 100% de izquierda, no vaya a ser cosa que si esto termina palmando le echen otra vez la culpa al liberalismo. Solo somos hoy una enorme lotería que incuba a un modelo neo-radical, pero Wall Street, que está comprado Argentina hasta los dientes, todavía lo oculta hasta que decidan tomar ganancia y llegue el tiempo de vendernos. Para entonces, la nena bonita de emergentes que hoy somos podría mutar al retrato de Dorian Gray en sólo un instante. Moraleja II: sobreestimar la suerte y subestimar los riesgos es un inevitable clásico argento, parecería que no tenemos capacidad de aprender de nuestros errores o quizá sea aún peor. Por ahí somos una sociedad tan trucha que cuando se arme quilombo intentaremos enchufarle “el Ponzi” al de al lado como en el 2001, si es que queda alguien para entonces, en este eterno juego de la silla en el que convertimos a nuestro país. Perdón Alberdi, ojalá llegue el día en donde cambio deje de escribirse con K, hasta ahora sólo es un amarillezco chamullo M con un intenso sabor a radicalismo clásico.
El Ponzi: crónica de un estrangulamiento. Supongamos un país X con déficit fiscal de u$s 100 financiado con deuda externa al 6% anual: entran u$s 100 y en un año se deberán u$s 106. El tesoro los vende al central a cambio de emisión de moneda local, obteniendo 1.750 y se los gasta en cloacas. Para evitar inflación, el central emite sus propias letras vendiéndolas al mercado absorbiendo dichos pesos, a una jugosísima tasa de interés del 30%. Si este proceso se repite indefinidamente, el central se ve forzado a pagar una tasa de interés cada vez más alta dado que el tesoro se convierte en una máquina de transformar dólares de deuda externa en pesos que no pueden ser absorbidos por incrementos equivalentes en la demanda de dinero. Supongamos que a este proceso lo observa toda la ciudadanía entonces, al armar sus inferencias inflacionarias comienzan a incorporar la noción de no corrección fiscal, lo cual convierte a las expectativas en un monstruo muy costoso de domar. Entonces, el central se ve forzado a seducir con tasas de interés crecientes a una ciudadanía que observa una dominancia fiscal evidente y le cree cada vez menos. Pero el problema no termina acá, estas tasas motivan demanda de moneda local que la aprecian contra el dólar generando atraso cambiario, propulsando pérdida de competitividad y deterioro en cuentas externas. Tenemos un excelente equipo en el BCRA, pero contra duranomics, ni la Fed de Yellen podría ponerle el pecho. El 2018 planteará un conflicto evidente entre política fiscal y monetaria que exacerbará lo que se viene observando desde hace dos años, en algún momento habrá que definir prioridades con claridad.
Cuando Wall Street dice basta. En resumen, los u$s 100 originales de déficit se convirtieron en: a) deuda a un año de u$s 106, b) déficit cuasifiscal de 525 pesos, c) stock de letras de 2.275 pesos, d) aumento de reservas por u$s 100. Todo esto funciona perfectamente bien mientras te prestan, pero si el déficit de cuenta corriente perdura debido al atraso cambiario o no se crece lo suficiente para devolver lo que se pidió prestado, desde afuera llega el día que dejan de financiarnos y se rompe el Ponzi, entonces las reservas se terminarán yendo todas por puerta externa, quedando el endeudamiento de los u$s 106 y una formidable sobrerreacción cambiaria. Lo paradójico es que, a nivel consolidado, el déficit fiscal genera una dulce entrada de dólares en el corto plazo y una eventual y amarga salida en el largo, resultando finalmente en endeudamiento sin dólares de respaldo, todo lo demás pasó y se fue. El país en el que vivo se viene pareciendo bastante a este ejemplo, aunque el Gobierno lo niegue y nos siga hablando de las bondades del gasto público. Moraleja III: la deuda opera en el corto plazo como una anestesia general que nos permite ignorar las verdaderas restricciones, por un rato no más, el leverage permite pretender que aquí no ha pasado nada, pero a pesar de que Durán no lo recomiende, sería útil contarle a los argentinos las secuelas del histórico saqueo K. Nunca nos va a alcanzar el tiempo para comprender el delirio que vivimos por 12 años y el daño infinito que se le propinó a este bendito país. Se perdió el shock más enorme y favorable de commodities de la historia y ese golpe de suerte no vuelve más. Estamos jugando un partido de fútbol infiltrados, sin cambios, podremos correr por un rato hasta que el músculo no sanado reviente, a menos que tengamos mucha suerte y descubramos por ejemplo, un yacimiento de bitcoins. Ningún Ponzi es eterno, hacer la plancha indefinidamente puede resultar dramático.
Economía radical a pleno: ¿qué podría salir mal? A no distraerse, independientemente de la euforia judicial que se vive en el país, meter a todo el mundo en cana no soluciona nuestro agujero negro macroeconómico. Y mientras un piquetero cobre un sueldo del estado, este gobierno carece de autoridad moral para si quiera insinuar la palabra cambio, lo que corresponde es silencio, reflexión y un baño de dignidad en especial frente al impuestazo que pergeñaron a las ovejas con la eliminación de topes previsionales. Me preocupa percibir que el oficialismo se tiñe aceleradamente de amarillo y a pesar de slogans y frases hechas se le va filtrando su verdadero ADN. Comparado contra los tiempos K, todo parece mejor pero cuidado, en Argentina ningún amor es eterno, la economía deberá acompañarlos por muchos años para maniatar al peronismo sobornando populistamente al electorado y a este ritmo no creo que ocurra, una creciente proporción de votantes va sabiendo que mucho de lo prometido era sólo una manganeta electoral y si no me creen, pregúntenle a las ovejas. Y finalmente, para un gobierno que vino a darnos una enseñanza de ética y moral a lo ancho y a lo largo del país respetuosamente me permito pedirles que dejen de contratar familiares en cargos públicos y más aún en el contexto del impuestazo con el que recibiremos el 2018. Sentir un poco de vergüenza y respeto por el esfuerzo y patrimonio ajeno, no les vendría nada mal, ¿por qué no prueban con conseguirse un trabajito en el sector privado?, así conocen lo sacrificado que es vivir del otro lado de la ecuación, esa parte de la sociedad que crea valor, trabaja y en definitiva, los mantiene. Hace setenta años que somos un Ponzi de Nación y parecería que vamos por más, priorizar a Durán en el largo plazo será un trágico error radical.

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