¿Duranomics y un gigantesco esquema Ponzi?: The New Nothing.
Peronia es un principado con múltiples objetivos y limitadas
herramientas, lo cual nos expone a un permanente estado de paradoja: sin
cirugía parecería no haber chance económica, con cirugía parecería no
haber chance política. Seguimos sin querer darnos cuenta de que resulta
imposible ser Noruega y África al mismo tiempo. Hoy estamos en un
peligroso desequilibrio general, con tres rubros en rojo como proporción
del PBI: 1) déficit financiero 6.50%, 2) déficit cuasifiscal 1.70%,
3) déficit de cuenta corriente 4% y va llegando el tiempo de dejar de
echarle la culpa de todo lo malo a la herencia K, Cambiemos deberá
empezar en breve a rendirnos cuenta de todo lo no hecho en economía. En
este contexto, resulta escalofriante si quiera imaginar que un experto
en marketing político esté a cargo de definir nada más y nada menos que
la estrategia macroeconómica de una república en estado de bancarrota, y
en este contexto le exigimos al BCRA que desinflacione rápido.
Duranomics, “el arte de gastar lo que no se tiene, endeudarse, hacer
metrobuses y bicisendas, leer encuestas y ganar elecciones”, parecería
ser la filosofía dominante que define al paradigma económico de
Cambiemos: ante esta realidad miro al cielo resignado y pienso en
cortarme las venas con una foto de Milton Friedman. Como en la reforma
tributaria y previsional, sólo se ejecuta lo que suena bien y gana votos
peronistas, las malas noticias quedan circunscriptas exclusivamente a
ovejas y jubilados que no tienen poder de lobby para defenderse de las
despiadadas garras del estado argentino. De esta forma, las decisiones
grosas parecerían cocinarse con un criterio más cercano a encuestadora
de opinión pública que a principios económicos duros. Pero cuando la
política (cloacas en el conurbano) se apodera de lo económico (superávit
fiscal), probablemente algo termina saliendo mal. Esta nueva era en
economía argentina, el “no plan económico” de Durán, se va pareciendo
cada día más a un esquema Ponzi, y para entender lo que significa
piensen en Bernard Madoff, ese personaje de Wall Street que hoy está
preso: “te doy lo que no tengo hasta tanto otro me lo preste, cuando
dejan de financiarme no puedo darte nada más y entro en default. El que
culmina pagando la fiesta es el último inversor entrante”. Carlo Ponzi
fue el creador del curro, de ahí su nombre. Un nuevo inversor financia
los retornos espurios del anterior, la mentira aguanta hasta tanto haya
clientes nuevos: el último solventa la salida del penúltimo. La crisis
del 2008 le rompió el circuito a Madoff quedando en evidencia una de las
estafas más notorias de la historia, defaulteando al pobre incrédulo
que apagó la luz. Moraleja I: cuando se acaba el chorro se pudre
todo: ¿qué tan ponzianas serán entonces las múltiples loterías de
Macri? Ni la prensa, ni los políticos, y mucho menos este gobierno, le
están contando esta historia a los argentinos, casualmente, siempre nos
distraen con lo que no importa. Mientras tanto, Wall Street alimenta el
Ponzi tapando el sol con la mano al ritmo del socialismo cloacal de
nuestro ministro de economía, el gran Durán.
La economía tiene 10 capítulos: la mesa chica sólo leyó el primero. Tengo
la sensación de que el círculo íntimo del presidente no comprende
cuestiones elementales de economía como las que se enseñan en colegio
secundario y al decirlo excluyo al equipo económico y monetario. La
Argentina de hoy es idéntica a la del pasado K: una construcción de
políticos que ignoran lo técnico, voraces e insensibles compradores de
votos en la inmediatez del tiempo. Sería útil al menos que el presidente
Macri se sincere con la sociedad argentina y reconozca que su gobierno
es 100% de izquierda, no vaya a ser cosa que si esto termina palmando le
echen otra vez la culpa al liberalismo. Solo somos hoy una enorme
lotería que incuba a un modelo neo-radical, pero Wall Street, que está
comprado Argentina hasta los dientes, todavía lo oculta hasta que
decidan tomar ganancia y llegue el tiempo de vendernos. Para entonces,
la nena bonita de emergentes que hoy somos podría mutar al retrato de
Dorian Gray en sólo un instante. Moraleja II: sobreestimar la suerte y
subestimar los riesgos es un inevitable clásico argento, parecería que
no tenemos capacidad de aprender de nuestros errores o quizá sea aún
peor. Por ahí somos una sociedad tan trucha que cuando se arme quilombo
intentaremos enchufarle “el Ponzi” al de al lado como en el 2001, si es
que queda alguien para entonces, en este eterno juego de la silla en el
que convertimos a nuestro país. Perdón Alberdi, ojalá llegue el día en
donde cambio deje de escribirse con K, hasta ahora sólo es un
amarillezco chamullo M con un intenso sabor a radicalismo clásico.
El Ponzi: crónica de un estrangulamiento. Supongamos
un país X con déficit fiscal de u$s 100 financiado con deuda externa al
6% anual: entran u$s 100 y en un año se deberán u$s 106. El tesoro los
vende al central a cambio de emisión de moneda local, obteniendo 1.750 y
se los gasta en cloacas. Para evitar inflación, el central emite sus
propias letras vendiéndolas al mercado absorbiendo dichos pesos, a una
jugosísima tasa de interés del 30%. Si este proceso se repite
indefinidamente, el central se ve forzado a pagar una tasa de interés
cada vez más alta dado que el tesoro se convierte en una máquina de
transformar dólares de deuda externa en pesos que no pueden ser
absorbidos por incrementos equivalentes en la demanda de dinero.
Supongamos que a este proceso lo observa toda la ciudadanía entonces, al
armar sus inferencias inflacionarias comienzan a incorporar la noción
de no corrección fiscal, lo cual convierte a las expectativas en un
monstruo muy costoso de domar. Entonces, el central se ve forzado a
seducir con tasas de interés crecientes a una ciudadanía que observa una
dominancia fiscal evidente y le cree cada vez menos. Pero el problema
no termina acá, estas tasas motivan demanda de moneda local que la
aprecian contra el dólar generando atraso cambiario, propulsando pérdida
de competitividad y deterioro en cuentas externas. Tenemos un excelente
equipo en el BCRA, pero contra duranomics, ni la Fed de Yellen podría
ponerle el pecho. El 2018 planteará un conflicto evidente entre política
fiscal y monetaria que exacerbará lo que se viene observando desde hace
dos años, en algún momento habrá que definir prioridades con claridad.
Cuando Wall Street dice basta. En
resumen, los u$s 100 originales de déficit se convirtieron en: a) deuda a
un año de u$s 106, b) déficit cuasifiscal de 525 pesos, c) stock de
letras de 2.275 pesos, d) aumento de reservas por u$s 100. Todo esto
funciona perfectamente bien mientras te prestan, pero si el déficit de
cuenta corriente perdura debido al atraso cambiario o no se crece lo
suficiente para devolver lo que se pidió prestado, desde afuera llega el
día que dejan de financiarnos y se rompe el Ponzi, entonces las
reservas se terminarán yendo todas por puerta externa, quedando el
endeudamiento de los u$s 106 y una formidable sobrerreacción cambiaria.
Lo paradójico es que, a nivel consolidado, el déficit fiscal genera una
dulce entrada de dólares en el corto plazo y una eventual y amarga
salida en el largo, resultando finalmente en endeudamiento sin dólares
de respaldo, todo lo demás pasó y se fue. El país en el que vivo se
viene pareciendo bastante a este ejemplo, aunque el Gobierno lo niegue y
nos siga hablando de las bondades del gasto público. Moraleja III: la
deuda opera en el corto plazo como una anestesia general que nos permite
ignorar las verdaderas restricciones, por un rato no más, el leverage
permite pretender que aquí no ha pasado nada, pero a pesar de que Durán
no lo recomiende, sería útil contarle a los argentinos las secuelas del
histórico saqueo K. Nunca nos va a alcanzar el tiempo para comprender el
delirio que vivimos por 12 años y el daño infinito que se le propinó a
este bendito país. Se perdió el shock más enorme y favorable de
commodities de la historia y ese golpe de suerte no vuelve más. Estamos
jugando un partido de fútbol infiltrados, sin cambios, podremos correr
por un rato hasta que el músculo no sanado reviente, a menos que
tengamos mucha suerte y descubramos por ejemplo, un yacimiento de
bitcoins. Ningún Ponzi es eterno, hacer la plancha indefinidamente puede
resultar dramático.
Economía radical a pleno: ¿qué podría salir mal? A
no distraerse, independientemente de la euforia judicial que se vive en
el país, meter a todo el mundo en cana no soluciona nuestro agujero
negro macroeconómico. Y mientras un piquetero cobre un sueldo del
estado, este gobierno carece de autoridad moral para si quiera insinuar
la palabra cambio, lo que corresponde es silencio, reflexión y un baño
de dignidad en especial frente al impuestazo que pergeñaron a las ovejas
con la eliminación de topes previsionales. Me preocupa percibir que el
oficialismo se tiñe aceleradamente de amarillo y a pesar de slogans y
frases hechas se le va filtrando su verdadero ADN. Comparado contra los
tiempos K, todo parece mejor pero cuidado, en Argentina ningún amor es
eterno, la economía deberá acompañarlos por muchos años para maniatar al
peronismo sobornando populistamente al electorado y a este ritmo no
creo que ocurra, una creciente proporción de votantes va sabiendo que
mucho de lo prometido era sólo una manganeta electoral y si no me creen,
pregúntenle a las ovejas. Y finalmente, para un gobierno que vino a
darnos una enseñanza de ética y moral a lo ancho y a lo largo del país
respetuosamente me permito pedirles que dejen de contratar familiares en
cargos públicos y más aún en el contexto del impuestazo con el que
recibiremos el 2018. Sentir un poco de vergüenza y respeto por el
esfuerzo y patrimonio ajeno, no les vendría nada mal, ¿por qué no
prueban con conseguirse un trabajito en el sector privado?, así conocen
lo sacrificado que es vivir del otro lado de la ecuación, esa parte de
la sociedad que crea valor, trabaja y en definitiva, los mantiene. Hace
setenta años que somos un Ponzi de Nación y parecería que vamos por más,
priorizar a Durán en el largo plazo será un trágico error radical.
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